el gato
aquél tipo volvía, con la mañana naciendo, calle arriba, suelo mojado y farolas encendidas contrastando con la claridad de la luz neblinosa, e iba pensando, pensando sobre su vida, si era lo que debía ser, lo que él había elegido o era, como realmente creía, simple y llanamente una puta mierda.
observó a un gato revolviendo en el cubo de basura, y llegó a la conclusión de que ser gato era aún peor: comiendo desperdicios, huyendo de los demás seres vivos, muriendo atropellado por los vehículos... no, ser gato no es nada fácil, y sin embargo ahí están, corriendo y saltando. y yo, planteándome una vida privilegiada. no, no tengo derecho.
el gato que revolvía la basura vio al hombre y tensó los músculos, presto para huir. cuando el tipo pasó de largo, se dedicó a lo suyo. pensó en lo complicado que es ser hombre, con esas telas cubriéndoles el cuerpo, ese andar inestable y esa cantidad de conflictos que parecen tener siempre, que no se sabe muy bien qué buscan. yo sí: estos desperdicios de pescado tienen que estar buenísimos. y, no creas, esas sobras de estofado también tienen buena pinta. menudo banquete tenemos hoy. larga vida a los gatos.