Blogia
aviones plateados

mundo idiota reloaded

retama

él, el pobre chico tímido, el joven, el que se encerraba en su habitación, él, el que compraba revistas para aprender a tocar la guitarra, el que componía canciones a escondidas, él, inseguro, ignorante de su propia capacidad, él se encerraba en su habitación, una y otra vez, escapando al ruido del mundo que le grita que los triunfos son sólo para los fuertes.

la volvió a mirar, el otro día, a hablar con ella, a buscar nexos estúpidos para poder estar cerca, tocar lo que ella había tocado, compartir unos segundos de su vida, volver a ver su rostro, oír su voz, tener cerca su piel aunque siempre tan lejos... no, nunca llegó a tocarla, mucho menos a besarla, ni ella siquiera a saber nada de esto, y el tiempo pasó y cubrió con su losa la tumba de un amor muerto casi antes de nacer.

tiempo después, seguro, reaccionará, tendrá amores, canciones, y otras muchas cosas. pero la belleza de la flor primera se habrá perdido para siempre. así es la vida. se van pudriendo las flores y al final sólo queda la retama.

prensa mojada

los días de lluvia, como hoy, viene menos gente a mi kiosko de prensa, salen menos a pasear y, claro, paran menos. ustedes no se imaginan la de personas que se detienen a mirar las revistas que tengo en el expositor de delante, según pasan, y algunos de ellos incluso compran. pero los días de lluvia, las cosas van peor, y uno depende casi siempre de los clientes habituales, como el señor de la pipa o la chica distraída. mañana, por ejemplo, es día de entregas y seguramente vengan el del bricolaje, la de las revistas del corazón y el chaval de la música. gracias a esta gente, uno puede estar tranquilo sabiendo que, al menos, tendrá para comer.

cuando era pequeño quería tener un kiosko de prensa para poder leer todos los periódicos y todas las revistas. me encantaba, hojearlos una y otra vez, leer y releer los artículos. incluso me imaginaba a mí mismo redactándolos. ahora ya no leo ninguno, sólo los titulares, y las revistas casi ni las miro. hoy tendría tiempo, porque viene poca gente, pero tampoco me apetece.

veo el parque, mojado, reflejando los automóviles, los árboles, las farolas. la gente con paraguas que avanza, rápido, mirando al suelo para esquivar los charcos. me siento un espectador, pero eso también implica que no formo parte de la escena. me pregunto si está bien seguir los deseos de infancia, y cumplirlos, porque ahora me he quedado sin sueños. bueno, poco importa. ya casi es la hora de cerrar. mañana saldrá el sol, según el pronóstico del tiempo, y no tendré tiempo para pensar estas cosas. o al menos, eso dicen los periódicos.

ausente

ella siempre parecía ausente. mientras sus manos hacían algo, su cabeza pensaba en otras cosas: en si le llegaría para el alquiler, en su madre tan enferma y tan poco orgullosa de ella, en aquél chico que tanto le gusta pero que parece no hacerle caso... ella siempre parecía ausente, en realidad lo estaba, en realidad no estaba físicamente allí.

- señorita, no es por molestar, pero se le ha puesto tres veces verde el semáforo y no ha cruzado. además, se ha dejado el cambio.

dio las gracias a aquel hombre y continuó su camino, ausente, pensando en sus cosas... mientras, dentro, en un bar ya en la avenida, como todas las mañanas, aquel chico la vio pasar, despistada y él sin esperanza.

- nunca se fijará en mí - dijo al camarero -. nunca mira.

- bueno - respondió el camarero -. tú tampoco sales nunca.

y siguió mirando la calle, ahora vacía a pesar de no estarlo.

pasta y pizza

una cajera de supermercado puede adivinar el tipo de familia del cliente según el carro de la compra. por ejemplo, aquél tipo que lleva el carro hasta arriba y hace consultas por el móvil sobre el tipo de detergente, está bien claro que es una familia con niños, al menos un par de ellos, por los pañales y los cereales y estas golosinas tan molonas que hacen últimamente. aquella mujer que tiene una compra sana y equilibrada pero con algunos lujos, o vive sola o tiene a su pareja a dieta. aquél otro, más feo y menos arreglado, con el carro lleno de pasta, pizzas y platos precocinados, evidentemente vive solo.

pip pip pip pip.

decididamente las cajeras de supermercado somos una especie aparte. podemos saber más de las personas que ellas mismas a base de observación. bueno, menos maritrini que no hace más que mirarse las uñas. esta chica nunca aprenderá nada.

taxi stop

la azafata tomó un taxi, ya sabéis cómo son las azafatas. le picaba el cuello, algo realmente incómodo para ella porque el hecho de rascarse suele acarrear movimientos vulgares. dio su dirección al taxista, no muy agraciado y un poco maloliente, que enseguida empezó a conducir por las calles.

ella miraba con aire ausente por la ventanilla, viendo pasar los edificios, en realidad pensando qué haría después, al llegar a casa, o simplemente aburrida.

a él le parecía una escena de alguna película antigua, así, según la veía en cinemascope en su retrovisor. no en vano se hizo taxista porque era el único modo de conseguir tener una chica guapa en el asiento de atrás de su vehículo.

fly away

aquel insecto, acostumbrado a revolotear por playas con cientos de cuerpos descubiertos pero con mal sabor, se metió por error en el avión que iba a trasladarlo al otro lado del océano. pero claro, como tenía cerebro de insecto, ni se enteró de esto, sólo se dio cuenta de que parecía estar en un sitio cerrado y rodeado de los mismos seres durante un rato largo.

el despegue fue hermoso, dejando abajo las cristalinas aguas llenas de reflejos, el horizonte sobre el cual se dibujaban las últimas montañas, las ciudades y poblados empequeñeciéndose lentamente... pero claro, como sólo era un insecto no se apercibió de estas preciosas imágenes.

el viaje también fue maravilloso, sobrevolando nubes, acariciando la noche, un viaje eterno en el que, sin embargo, reinaba la paz, arrullada por un sonido constante. pero claro, como sólo era un insecto no sintió esa sensación de tranquilidad.

el aterrizaje fue especial, llegaron en el amanecer, viendo primero la ciudad iluminada, formando una especie de ristras de luces que delimitaban calles y avenidas, coloreadas por cartelones inmensos; y luego el cielo, rojo, al este, con el disco solar emergiendo entre los montes... pero claro, eso, a un insecto, no le dice nada.

le entró hambre, vio un cuello apetecible tanto para animales como para humanos, y se lanzó sobre él. podía haber esperado, haber respirado el aire del mundo al que llegaba, haber visto sus calles, su gente... pero claro, era sólo un insecto, y no se paraba a pensar esas cosas.

así fue que una palmada terminó con su vida, y al final todo lo quedó por ver. pero claro, la muerte de un insecto, a quién le importa. terminó de amanecer, las calles se llenaron de gente y aquel cuello cadalso no era sino uno más de los que derramaban vida sobre la tierra, con un pequeño túmulo que recordaba al héroe fallecido.

cleaning

- porque yo limpiaba en ese edificio, ¿sabes?, lleno de gente trajeada, ajetreada, con prisa en todo momento, que te miran por encima del hombro y dan un rodeo para no ensuciarse al tocarte, gente que se las da de importante, que son seres superiores, pero, ¿por qué? ¿porque tienen grandes responsabilidades? eso es una mierda. ¿porque tienen dinero? pues mira, tan importantes no serán porque yo ahora tengo más.

la señora se recostó en su hamaca caribeña mientras el joven nativo la miraba sin entender una palabra. ¿por qué se empeñaba esta mujer en hablarle si él no conocía su idioma? nunca entendería a los turistas, está claro.

- ¿sabes, chico? la lotería es como dios, te da la vida. pero el trabajo es como el demonio, te la quita. anda, dame un masaje.

'masaje'. por fin una palabra que entendía el joven. con lo que le dieran por esto tendría para salir luego a tomar algo y coquetear con aquella chica que lo tenía realmente encandilado.

el callejón

él vivía allí, entre los cartones, en el viejo callejón sin salida. era un sitio agradable, porque en las noches de invierno, frías y duras, el calor que desprendía la pared de la parte trasera del horno de pan durante las horas más gélidas le abrigaba, aunque para un indigente el olor a pan es cruel, tan delicioso como inalcanzable. bueno, no tanto: todas las mañanas le obsequiaban con un bollo recién hecho.

la vida da muchas vueltas, ahora, mayor que no anciano, vivía en la mayor de las pobrezas, entre insectos y animales callejeros, pero un día se codeó con otros animales más peligrosos, los del mundo empresarial. un revés, una carta mal jugada y todo se fue al garete. un hombre culto, en medio de la calle, cuyo nombre está marcado con la más gruesa de las líneas negras.

no le dolía el despido. no le dolía la pobreza. no le dolía que su mujer se fuera con su compañero de despacho. ni siquiera le dolía mucho haber perdido la custodia de sus hijos malcriados.

le dolía que la gente le diera menos dinero por su aspecto arreglado. qué le iba a hacer, nunca soportó ir hecho un desastre.

una vida de cucaracha

¿alguien ha sido alguna vez cucaracha, aparte de gregorio samsa? ¿alguien sabe lo difícil que es sobrevivir para un insecto de reducidas dimensiones en un mundo infestado de animales enormes que sólo quieren destruirte? ¿alguien se ha parado a pensar en que no resulta agradable ser desagradable? ¿alguien ha pensado que no hay dos cucarachas iguales? ¿alguien ha pensado que nosotros ya estábamos aquí mucho antes que vosotros?

para mí es complicado explicar todo esto, porque se supone que una cucharacha no tiene sentimientos, sólo atracción por la porquería, un caparazón extremadamente duro y una capacidad procreadora de mucho cuidado; pero no resulta fácil, en serio, llevar una vida así. la extremada competencia, sumado al peligro de un mundo agresivo, no me sientan nada bien. sólo puedo moverme en la oscuridad, en las grietas, en los recovecos. mi capacidad de ocultarme es lo que me salva día a día. y aún así, extraños vientos con extraños gases acaban con muchos de nosotros, aunque algunos desarrollemos resistencia. la verdad, no resulta fácil. vivir oculto, esquivando trampas, predestinado a una pronta muerte. es insoportable.

sé que no debería hacerlo, no debería huir. la señora que limpia este horno nos teme, nos respeta, cuando nos ve chilla. nos rocía con productos inocuos a estas alturas y nosotros nos escondemos. no puedo decir que viva mal, pero vivo preso. no conozco más que esta trastienda, estas rendijas, estos escondites familiares. no debería hacerlo, no debería huir. pero sé que voy a morir igual, pase menos o más tiempo. y más tiempo así, más de lo mismo, no vale de nada. es sumar cero al cero. es la nada. prefiero morir y ver el sol, aunque sólo sea un instante.

[...]

a veces nuestros deseos se cumplen. al menos ahora ya sé lo que es la vida ahí fuera. ya puedo despedirme en paz.

panes

la mujer madura bajó a comprar el pan a la tienda de la esquina, sin mucho arreglo ni muchas ganas. lamentaba esto, lamentaba ser un ama de casa, ojalá hubiese estudiado; y aunque quería a su marido y a sus hijos, su vida era una melodía monocorde, tediosa, un amanecer tras el anochecer y a la inversa, y los años sólo un poso acumulado en la piel, en los muslos, en la tripa.

se cruzó con aquél joven que se cruzaba muchos días, fuerte, musculado, con su aspecto impecable, sus gafas de sol, desprendiendo un halo de seguridad y poderío... ojalá ella fuera más joven, se hubiese arreglado, y quizás él la mirase al cruzarse, de reojo, con pillería, examinando las partes de su cuerpo. pero no, él nunca giraba la cabeza.

entró en la panadería desalentada, desanimada. se agachó a dejar la bolsa en el suelo, mientras el joven panadero intentaba, con un éxito meridiano, contemplar sus pechos a través del escote.

el gato

aquél tipo volvía, con la mañana naciendo, calle arriba, suelo mojado y farolas encendidas contrastando con la claridad de la luz neblinosa, e iba pensando, pensando sobre su vida, si era lo que debía ser, lo que él había elegido o era, como realmente creía, simple y llanamente una puta mierda.

observó a un gato revolviendo en el cubo de basura, y llegó a la conclusión de que ser gato era aún peor: comiendo desperdicios, huyendo de los demás seres vivos, muriendo atropellado por los vehículos... no, ser gato no es nada fácil, y sin embargo ahí están, corriendo y saltando. y yo, planteándome una vida privilegiada. no, no tengo derecho.

el gato que revolvía la basura vio al hombre y tensó los músculos, presto para huir. cuando el tipo pasó de largo, se dedicó a lo suyo. pensó en lo complicado que es ser hombre, con esas telas cubriéndoles el cuerpo, ese andar inestable y esa cantidad de conflictos que parecen tener siempre, que no se sabe muy bien qué buscan. yo sí: estos desperdicios de pescado tienen que estar buenísimos. y, no creas, esas sobras de estofado también tienen buena pinta. menudo banquete tenemos hoy. larga vida a los gatos.

fresa y nata

cuando el niño preguntó, '¿puedo entrar?', el portero le dijo 'no, aún no tienes edad, éste es un sitio donde los mayores vienen a divertirse'. y el niño le contestó '¿y yo no puedo divertirme?'. 'sí, claro', respondió el portero, 'pero los niños os divertís de otro modo, aquí los mayores hacen cosas que los niños no podéis hacer porque aún sois pequeños'.

el niño se dio media vuelta, satisfecho. porque él se divertía como niño, y años después lo haría como los mayores. pero los que estaban dentro de la discoteca ya no tenían más que una opción. se sintió grande, se compró un helado y se marchó al parque. se acostó pronto y, a la mañana siguiente, seguía siendo un niño, pero ahora ya no tenía tanta prisa en crecer.

lo único que la tienda de los helados estaba a punto de cerrar porque el verano acababa. pero aún le quedaban unos años de fresa y nata. de moratones, y de heridas que se curan en dos días.